Los primeros quince días, cuatro veces por semana, realiza paseos sin mochila y por lugares llanos. Comienza con una hora y aumenta la duración de forma gradual hasta las dos horas o más. No te obsesiones por la velocidad, en el Camino no la vas a necesitar. Se trata de adquirir fondo y de fortalecer los músculos.
Durante los siguientes quince días continúa con estos paseos pero varía el itinerario y aumenta algún día la duración. Escoge trazados que alternen llano con subidas y bajadas. Pasado el primer mes ya podrás caminar fácilmente tres horas por cualquier terreno. Antes de las caminatas no olvides hacer ejercicios de movilidad articular incidiendo en el cuello, los hombros, la cintura, las rodillas y los tobillos. A su vez realiza estiramientos suaves antes de cada salida y más profundos tras el esfuerzo. Relajan, aportan flexibilidad y son eficaces para evitar lesiones.
El segundo mes realiza al menos tres paseos largos entre semana y aprovecha el fin de semana para hacer rutas de senderismo asequibles. Es muy conveniente hacerlas con el calzado y la mochila que vayas a llevar al Camino. Comienza con rutas de un par de horas y termina con recorridos de entre 3 y 4 horas.
El tercer mes mantén la carga del anterior y atrévete las últimas dos semanas, sin forzar, a subir algunas montañas que tengan un desnivel de entre 500 y 800 metros. En estos 90 días habrás fortalecido tu corazón, tus músculos y tendones, y ya estarás a punto para disfrutar de la peregrinación.
Es importante hidratarse durante el ejercicio y también alimentarse en las excursiones de mayor duración.