Públicos, parroquiales o privados, los albergues de peregrinos son una más de las numerosas señas de identidad del Camino de Santiago. Los albergues parroquiales y de órdenes religiosas fueron los primeros en acoger a peregrinos de forma voluntaria y deben mantener esa filosofía para mantener vivas las raíces de la peregrinación.
En los albergues públicos, por norma general, no está permitida la reserva y se ocupan según el orden de llegada, liderando las prioridades quienes hacen el recorrido a pie, seguido de quienes lo transitan a caballo o en bicicleta. Para alojarse en ellos es indispensable portar la credencial y la estancia se limita a una noche, salvo por enfermedad o fuerza mayor.
Los albergues privados permiten la reserva y ya es costumbre reservar cama con antelación, sobre todo en verano e incluso antes de partir de casa. Con la revitalización de la ruta jacobea, los albergues privados han surgido como moscas y los hay que más que albergues de peregrinos parecen hostales. De las salas diáfanas repletas de literas de la década de los 90 se ha ido pasando a albergues que, aparte de las literas, ofrecen habitaciones individuales y dobles. Ya no es raro que tengan ropa de cama, lavadora y secadora, cocina y frigorífico, vending, bar, conexión a Internet y hasta máquinas que dan masajes en los pies.
Información obtenida de http://caminodesantiago.consumer.es/